199º ANIVERSARIO DE TANDIL

DISCURSO DEL INTENDENTE MIGUEL LUNGHI POR EL 199º ANIVERSARIO DE TANDIL Resulta inevitable tomar este 4 de abril con una referencia doble y las dos de una importancia vital para la ciudad. En primer lugar, hemos vuelto a la cumbre del Parque Independencia, hemos podido hacerlo tras dos años en el que padecimos una pandemia atroz que clausuró sueños, vidas, seres queridos, emprendimientos y proyectos. Hoy pudimos volver a este sitio histórico coronado por la figura del fundador de la ciudad.

Y en segundo lugar, hemos podido volver al Parque en este día para empezar a palpitar ya, desde este instante, la cuenta regresiva hacia el bicentenario de Tandil.

 Cuando se menciona esta fecha de alto contenido simbólico –pensemos que formaremos parte de la generación del bicentenario, así como nuestros abuelos fueron parte del centenario de la ciudad-, debemos alejar de nosotros cualquier idea grandilocuente. Nos tocará, si Dios quiere, estar en el momento de las doscientas campanadas, o de las doscientas velitas y viviremos ese día con la emoción y la responsabilidad que merece. Pero en rigor de verdad, tengo para mí que cuanto más brilla el bronce de la Historia delante de nuestros ojos, más sencilla y más humilde y más terrenal tiene que ser nuestra lucha.

Yo les vengo a proponer, a la hora de desandar el camino hacia el bicentenario, que además de prepararnos como lo estamos haciendo para celebrar el acontecimiento, sepamos que lo más importante sigue siendo la historia de todos los días. El hombre común y la mujer común de todos los días.

 El albañil que canta en el andamio mientras hace la casa de los otros. Y los otros: la maestra que empuña la tiza, el bombero que apaga el fuego, el actor que crea una ilusión, el emprendedor que hace de su sueño personal el trabajo de muchos, la enfermera que hace el trabajo de pocos, el médico que cura, el colectivero que recorre la ciudad llevando cada día decenas de historias, la repostera, el cocinero, el mozo, la abogada, el contador, el zapatero remendón, el empresario, el camionero, el almacenero del barrio, la modista, el metalúrgico, el ingeniero, el estudiante.

En fin, de ese entramado de vecinos –que tienen una biografía personal, una historia detrás- está hecha la comunidad, que es la familia social bajo cuyo techo vivimos todos.

 Si nosotros en este momento, desde la altura de este sitio miramos el valle, la ciudad que ha crecido, pujante, y no deja de expandirse, vemos un pequeño mundo, el nuestro, y vemos que ese pequeño mundo está habitado por 140 mil almas. Ninguna es más importante que la otra, ningún vecino vale más o menos que otro. Y esa idea fundamental de justicia e igualdad sigue siendo el norte del gobierno que me encomendaron mis vecinos. Sueño y trabajo por un solo Tandil. Tenemos también por delante el cuidado de un tesoro: inmersos en la globalidad hemos sabido preservar nuestra identidad, nuestras costumbres, para hacer de la energía del localismo una fuente de progreso.

Todos sabemos lo que significa hoy en el país la "Marca Tandil". Todos sabemos también que esa marca es mucho más que eso: es un sentimiento, un orgullo por nuestro lugar en el mundo, un lugar admirado que también se ha construido entre todos. Defender la sustancia de nuestra identidad es entender que simplemente estamos trabajando con un sentido de proyección: queremos que esa ciudad que hoy disfrutamos también sea más disfrutable por nuestros hijos y nietos y bisnietos.

 Lo peor que nos pasó a lo largo de doscientos años, la peor tragedia, fue la pandemia de coronavirus. Sin embargo, aun remando contra el dolor y las pérdidas, la ciudad ha dado una muestra cabal de su fortaleza: se lo ve en el crecimiento de la industria del turismo, en la construcción incesante.

Se lo ve en la industria del software, en la dinámica de la producción y el campo, en el emprendedorismo y la capacidad de reacción de los sectores más castigados. Somos conscientes de todo lo que falta, y trabajamos por ello, pero también sabemos orgullosamente todo lo que somos y tenemos.

 No hay un solo metro cuadrado de Tandil que no responda al legado cultural de nuestros pioneros y precursores: el legado de la cultura del trabajo. Yo les propongo en este día ir hacia el bicentenario de la mano del trabajo, siendo mejor vecino con el vecino, entendiendo que desde la fundación hasta el presente hay por lo menos diez generaciones de tandilenses que vieron este mismo cielo, el mismo empedrado, que caminaron las mismas calles y plazas que nosotros, ocuparon sus bancos en las escuelas, crearon vínculos, afectos, familias, sociedades y labores.

La mayoría de ellos nunca apareció en los diarios ni están en los libros de historia. Son los seres anónimos que hicieron Tandil.

 Portando su memoria como un estandarte, con todos ellos y con todos nuestros contemporáneos vayamos hacia el bicentenario con la camiseta de Tandil en el corazón, ese sentimiento que ninguna grieta puede lastimar.

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